lunes, 19 de septiembre de 2011

Un Gallego en Saconia

Quién podría imaginar que al lado de la Dehesa de la Villa, en el humilde barrio de Saconia donde he pasado gran parte de mi vida, pudiera existir un restaurante con una calidad casi inigualable. Hablo del Bistrot de Saconia, situado en la calle Antonio Machado, 45.

La variedad de raciones que ofrecen es más que aceptable, de las cuales destacaría sus croquetas caseras, crujientes por fuera, y que se deshacen en la boca al morderlas. 
Si lo que queréis es deleitaros con sus productos gallegos, no podéis dejar de probar su pulpo a la feira, de los mejores que he probado, o unas navajas a la plancha que quitan el sentido, sin menospreciar las almejas a la marinera, cuya salsa no podréis parar de mojar con pan. Si a todo esto le añadimos un albariño de la casa fresquito, mucho mejor. 
Ahora vamos a los platos principales... la carne es de una calidad excepcional, el solomillo es tierno y jugoso, y se parte como si fuese mantequilla, un orgasmo para el paladar. Y los pescados son frescos del día, con una calidad también abrumadora. A todo esto hay que decir que el tamaño de los platos dejará satisfecho a los más glotones.
Si tenéis la oportunidad de ir a comer su menú del día, os quedaréis asombrados de la variedad y calidad de los platos que tienen, y de su precio ajustado (10€). Eso sí, no admiten reserva si no es para comer a la carta.
Para que os hagáis una idea, el precio medio comiendo de carta es de 30€, con varios primeros para compartir, los platos principales, bebida, postre y café... y para terminar unos chupitos de parte de la casa.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Pucela, visita relámpago

Eran las seis de la tarde del 10 de septiembre, cogí el coche, y después de un peaje abusivo y casi dos horas de viaje, me planté en Valladolid donde me esperaban unos buenos amigos (M&G) para degustar un sabroso lechazo, no sin antes irnos a dar una vuelta por los puestos de la feria.

Degustamos un par de lorencitos con su correspondiente tapa (a 2,50€) antes de ir a cenar, a cual más rica si cabe... merece reseñar una carrillera que se deshacía en la boca, sin olvidarnos del secreto en el balcón de las médulas, crujiente y sabroso. 

Después de tapear un poco, dimos un paseo por el centro, disfrutando de las preciosas fachadas que nos ofrece Pucela, que se tornan mágicas iluminadas una vez que el sol desaparece por el horizonte.

Y por fin llegó la hora de ir al asador, La Solana, donde pudimos contemplar el horno de leña en todos su esplendor, y empezamos a salivar mientras esperábamos impacientes que llegase la comanda.

Acompañando el lechazo (1/4, 36€) pedimos una ensalada de lechuga, tomate y cebolla bien aliñada y un para beber un buen clarete (Mucientes, 8€). Acabamos mojando pan en la fuente sin poder parar, dando lustre al fondo de la misma.

Llegó la hora del postre, y cayó una porción de tarta de hojaldre (5,40€) que quita el sentido. Para rematar la faena nos trajeron un licor de naranja casero que hizo que la velada fuese plena.

Después nos fuimos a una terracita al lado del Pisuerga, donde reposamos la comida y entre unas cosas y otras ya se hizo la hora de volver a Madrid... para las 4.15h de la madrugada estaba soñando con la visita relámpago que había experimentado.